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Qué nos quiere decir el cuerpo cuando duele? Una mirada integrativa

Categoría: Equilibrio energético

Qué nos quiere decir el cuerpo cuando duele? Una mirada integrativa

Más allá de lo físico, suele ser la forma en que nuestro ser busca expresarse cuando algo en nuestra vida no está en equilibrio.

En Caminar Creciendo entendemos que cada síntoma es una llamada de atención que involucra no solo al cuerpo físico, sino también a nuestros cuerpos sutiles: el etérico, el energético-emocional y el espiritual.


Los cuatro cuerpos y su relación con el dolor

1. El cuerpo físico: la voz más evidente

Es el vehículo que habitamos. El dolor físico es el último eslabón de un desequilibrio más profundo: contracturas, inflamaciones, migrañas o dolencias digestivas suelen ser la traducción material de bloqueos internos. Como sabemos, muchas veces no viene provocado por un traumatismo aparente.

2. El cuerpo etérico: la memoria del equilibrio

Es una matriz energética que sostiene al cuerpo físico, como una fascia, una fina piel energética que recubre nuestro cuerpo físico. Cuando el flujo vital se estanca, el cuerpo etérico se distorsiona y esa falta de vitalidad acaba reflejándose en cansancio, falta de tono y una predisposición al dolor recurrente.

3. El cuerpo energético: donde habitan nuestras cargas y cómo protegerlo

El cuerpo energético o emocional es el espacio donde residen nuestras emociones, tensiones y memorias. Allí se almacena lo que no expresamos: miedos, culpas, rabias, tristezas. Cuando estas emociones no encuentran salida, se “atascan” y, con el tiempo, pueden transformarse en dolores físicos, bloqueos de ánimo, ansiedad o apatía.

Pero además de estas cargas internas, nuestro cuerpo energético también puede verse afectado por influencias externas, lo que conocemos como ataques energéticos.

¿Qué es un ataque energético?

Un ataque energético ocurre cuando la fuerza vital de una persona se ve interferida por la energía de otra o por factores externos. La mayoría de las veces no son intencionados, sino fruto de emociones desbordadas como la rabia, la envidia o el dolor no gestionado.

Un cuerpo energético estable jamás atacará a otro. Solo cuando está debilitado o desestructurado puede proyectar su desequilibrio hacia fuera.

Imagina el cuerpo energético como un globo ovalado atravesado por un canal principal llamado notocorda. Cuando acumulamos traumas emocionales, este globo puede deformarse, abrir fisuras y perder energía. En ese estado de fragilidad es más vulnerable a recibir o emitir ataques.

Tipos de ataques energéticos

  1. Hacia otro cuerpo energético
    • Puede suceder de forma presencial (una mirada cargada, el clásico “mal de ojo”) o a distancia (con solo un nombre, un e-mail, una foto).
    • Personas muy empáticas pueden absorber este tipo de energías “como esponjas” y quedarse con la carga que no les pertenece.
  2. Hacia uno mismo
    • A veces, el cuerpo energético dirige la agresión hacia su propio sistema. Esto puede manifestarse en enfermedades autoinmunes, donde el organismo parece “atacarse” a sí mismo.
  3. Influencias de redes telúricas
    • Existen campos energéticos de la Tierra, como las líneas Hartmann o Curry, que pueden debilitar nuestro campo si vivimos o dormimos en puntos de cruce.
    • Desde la antigüedad, los zahoríes han ayudado a detectar estas zonas. En contraposición, existen también redes sagradas capaces de aportar protección. (Estas zonas las podemos detectar mediante radiestesia).

Síntomas de un ataque energético

Un ataque energético no evoluciona poco a poco, sino que se siente de manera repentina y disruptiva. Entre los síntomas más comunes:

  • Físicos: cansancio extremo, mareos, escalofríos, sudores, dolores articulares, síntomas gripales repentinos, eructos o vómitos inexplicables.
  • Emocionales: miedo súbito, ansiedad, enfados descontrolados, estallidos de ira o sensación de amenaza sin motivo aparente.

Muchas veces, estos síntomas se confunden con ansiedad u otras dolencias, pero su raíz está en el campo energético.

Cómo defenderse y fortalecer el cuerpo energético

  • Conciencia y práctica: reconocer la existencia de estas influencias y aprender a diferenciar nuestra energía de la de los demás.
  • Alejarse del foco: si detectas que una persona te está afectando, lo más saludable es tomar distancia física o, si no es posible, visualizar un espacio protector entre ambos.
  • Restaurar el flujo energético: técnicas como la terapia cuántica permiten liberar bloqueos y reparar fisuras en el globo energético, devolviendo la armonía.
  • Higiene energética diaria: meditación, respiración consciente, visualizaciones de limpieza y conexión con la naturaleza ayudan a reforzar el campo.

4. El cuerpo espiritual o áurico: la raíz de nuestra conexión

Es el espacio de nuestra esencia, también conocido como espíritu, yo superior, supraconciencia.

Cuando desconectamos de quiénes somos realmente, la sensación de vacío o de pérdida de sentido puede abrir la puerta al dolor existencial y, con el tiempo, se manifiesta en nuestro cuerpo físico.

El cuerpo espiritual o áurico es una extensión sutil de nuestro ser que rodea y penetra el cuerpo físico. Este cuerpo guarda memorias emocionales, traumas, creencias y patrones energéticos que no siempre se manifiestan de forma consciente, pero que influyen profundamente en nuestra salud, comportamiento y bienestar.

¿Qué traumas puede guardar el cuerpo áurico?

El cuerpo áurico puede almacenar:

  • Traumas emocionales no resueltos: pérdidas, abandonos, abusos, rupturas, situaciones de miedo o dolor profundo.
  • Memorias de vidas pasadas o transgeneracionales: patrones heredados que se repiten sin que sepamos por qué.
  • Creencias limitantes: ideas sobre nosotros mismos o el mundo que nos impiden avanzar.
  • Cargas externas: energías de otras personas o entornos que hemos absorbido y que no nos pertenecen.

Estas cargas, sostenidas durante mucho tiempo, terminan afectando y generando bloqueos en zonas del aura donde la energía no fluye libremente.

¿Cómo se manifiestan estos traumas?

  • Sensación de peso o cansancio sin causa aparente.
  • Repetición de patrones negativos en relaciones o decisiones.
  • Dificultad para conectar con la alegría, la creatividad o el propósito.
  • Enfermedades psicosomáticas o síntomas persistentes.
  • Sensación de estar “fuera de lugar” o desconectado de uno mismo.

Aunque se pueden somatizar de muchas formas, estas son algunas frecuentes de cómo el cuerpo habla:

  • Dolor lumbar persistente: refleja el miedo a no sentirse sostenido en la vida.
  • Problemas digestivos: emociones “indigeribles” que el cuerpo intenta procesar.
  • Dolores en hombros y cuello: cargas de responsabilidad asumidas en exceso.
  • Sensación de opresión en el pecho: tristeza o pérdidas no expresadas que buscan liberación.

Estos ejemplos muestran cómo el síntoma físico es solo la parte visible de un mapa más amplio que involucra a todos los cuerpos.


Terapia cuántica: un camino hacia la coherencia

Las terapias cuánticas trabajan sobre la interacción de estos cuatro cuerpos. No se centran en silenciar el síntoma, sino en liberar los bloqueos que lo originan. Al hacerlo:

  • El cuerpo físico recupera vitalidad.
  • El cuerpo etérico restablece el flujo de energía.
  • El cuerpo emocional encuentra alivio y claridad.
  • El cuerpo espiritual se reconecta con el propósito y la paz interior.

El resultado es un estado de mayor coherencia y bienestar integral.


Reflexión final

El dolor no es un enemigo, es un mensajero. Cuando lo escuchamos, descubrimos que no solo habla el cuerpo físico, también lo hacen nuestro campo energético, emocional y espiritual.

Atender estas dimensiones nos permite liberar bloqueos, recuperar vitalidad y encontrar un equilibrio real que se refleja en la vida cotidiana.

En Caminar Creciendo acompañamos este proceso con terapias que fortalecen tus cuatro cuerpos y te ayudan a transformar el malestar en bienestar duradero.

📌 Descubre más en: caminarcreciendo.com
📌 Si crees que podemos ayudarte, agenda tu sesión por WhatsApp: wa.me/34604986382

✨ Tu energía es tu mayor tesoro. Escucharla y cuidarla es el primer paso hacia una vida plena.

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